1. Su identidad
El nombre Elías significa “Yavé es mi Dios”. Nació en Tesbi, un pequeño pueblo en el interior del reino de Israel; por eso su apellido Tesbita (1Re 17,1; 2Re 1,3-8). El pueblo campesino era fiel a Yavé, el Dios Libertador. Se mantenían muy vivas las antiguas tradiciones de la época de la sociedad igualitaria y de las tribus. Esto marcó mucha a Elías. El era agricultor y luego se hizo catequista. Nunca simpatizaba con la ciudad, y nunca participaba en los banquetes del palacio del rey (1Re 18,19), porque allí dominaba la idolatría y la explotación. Su presencia en la ciudad era solamente para pelear. Con sus ropas llamaba la atención (2Re 1,8). Comía lo que la naturaleza ofrecía (1Re 17,4-6) o lo que los pobres compartían (1Re 17,11-16).
2. La situación en el tiempo de Elías
Era una época muy difícil. La idolatría y el latifundio estaban invadiendo todo el país, causando mucha miseria, opresión y conflictos. Gobernaba el rey Acab. Su padre, Amri, fue jefe de los ejércitos de Israel (1 Re 16,16). Se aprovechó de una situación de mucha confusión (1Re 16,8-16) para tomar el poder (1Re 16,17-22). Construyó una nueva capital, Samaria (1Re 16,23-24). El hijo Acab consolidó el poder. En la nueva capital construyó un palacio grande y lujoso (1Re 22,39). Construyó también una casa bonita de verano, en Jesrael, un sitio muy fértil y verde (1Re 21,1). Construyó y fortificó otras ciudades (1Re 22,39; 16,34). Hizo alianza con el rey de Tiro y para firmar esta alianza Acab se casó con Jezabel, la hija del rey de Tiro (1Re 16,31).
Hubo un gran desarrollo económico en el país: grandes palacios, construcciones y bastante comercio, pero todo esto a costa de los campesinos. Para realizar estas obras grandes, el rey necesitaba de mucha mano de obra barata, material de construcción y alimentos. Además había el ejército del rey que exigía muchos recursos. Todo el peso del progreso, de la organización burocrática y militar cayó encima de los campesinos. El sufrimiento y el hambre eran grandes, sobre todo en épocas de sequía (1Re 18,2). Además los campesinos no tenían ninguna protección. El rey mandaba y desmandaba. El tomaba las tierras, los productos, los hijos de los campesinos. Mandaba matar a los campesinos para alcanzar mejor lo que quería.
El y sus esposa se creían dueños de la vida y de la muerte del pueblo (1Re 21,1-17). Para eso contaban con el apoyo de los ricos y de los jefes militares (1Re 21,8; 2Re 1,9-11).
Todo esto fue creando tensiones y conflictos entre los moradores del campo y los habitantes de la ciudad, que eran el rey, los jefes militares, los comerciantes y los sacerdotes. La ciudad se transformó en el símbolo de opresión y explotación.
3. La idolatría dominaba todo el país
Existía el culto a dioses falsos. Este problema ya venía desde el tiempo de las tribus. Pero fue Salomón quien abrió la puerta a la idolatría. El permitió y favoreció el culto a dioses extranjeros. (1Re 11,5-9). Así creció en el país una mezcla y confusión muy grande. Con esto se fue abajo el sistema igualitario de los antepasados (1Re 12,4). Pero un buen grupo de campesinos continuaba firme en la fe en Yavé, el Dios Liberador (1Re 19,18).
Otros, sobre todo los de la ciudad, seguían a dioses falsos y la mayoría del pueblo creía en una y otra cosa; era una mezcla de todo (1Re 18,2).
Con Acab, la confusión religiosa y la idolatría fueron aumentando. Jezabel, la esposa de Acab fue una seguidora fanática del culto a Baal, una divinidad pagana, que apoyaba la política opresora del rey. Era la religión oficial de la corte. Era una religión que sustentaba un sistema injusto y opresor.
Jezabel impuso el culto a Baal en todo el país. Trajo de Tiro 450 propagandistas del culto de Baal (1Re 18,19). Hubo además 400 falsos profetas, dependiente de las órdenes del rey Acab (1Re 22,6). Estos propagandistas fanáticos de Baal tenían mucha influencia en el palacio real (1Re 18,19).
Yavé era presentado como un dios cualquiera, un baal entre tantos. Esta situación de persecución provocó que muchos obedecieron ciegamente las órdenes del rey, sea para matar al hermano (1Re 21,11-14), sea para apresar los profetas de Yavé, que eran los únicos críticos del sistema opresor del rey (1Re 1,9-11).
La situación no era alentadora. El conflicto entre ricos y pobres, entre los que se aprovechaban y los que eran explotados. Los ricos, los explotadores vivían en la ciudad. Los campesinos eran las víctimas de la situación. Los de la ciudad inventaron la religión de Baal para poder dominar mejor. Samaria, la capital, con las construcciones más grandes (el palacio del rey y el templo de Baal) era el símbolo de toda la opresión. El sistema de la sociedad igualitaria, de los tiempos de los jueces, estaba completamente quebrado.
Siempre hubo pequeños focos de resistencia, que guardaban viva la memoria de Yavé y de la sociedad igualitaria. Hay que recordar a Abdías, empleado del rey, que escondió y salvó la vida de 100 profetas de Yavé, bajo el riesgo de perder su propia vida (1Re 18,13). Hay que recordar también también a Nabot, el agricultor que tuvo valentía de resistir a las ambiciones del rey. Nabot, fiel a las leyes del tiempo de la sociedad igualitaria que prohibían la venta de la tierra para evitar el latifundio, se negó a vender su tierra al rey.
La tierra es de Dios. Es un don de Dios y sirve para el sustento de la familia y de las comunidades. La tierra es de Dios y los hombres son administradores. Para las tribus la tierra no era para hacer negocios, sino para servir a la vida de los campesinos.
Nabot pagó con su muerte la negación al pedido del rey de vender su tierra. Su muerte se tornó en un símbolo de lucha y de resistencia (1Re 21,1-6).
Hay que recordar también a los recabitas, personas nómadas que vivían en el interior, fieles a Yavé y opuestos a la religión de Baal (2Re 10,15-17). Hubo otros profetas de Yavé que vivían cerca de Betel (2Re 2,3) y cerca de Jericó (2Re 2,5). Hubo también 7 mil personas que no siguieron a los falsos dioses (1Re 19,18).
Los que resistieron al rey y a la religión de Baal eran gente pobre, desconocida, en su mayoría vivían en el campo. En medio de los campesinos se vivía la fidelidad a Yavé y se mantenía viva la memoria de la sociedad igualitaria. Precisamente en medio de los campesinos nació la resistencia contra el estado opresor y explotador.
4. Su actuación
Elías era un profeta del interior. Es decir que había muchos otros. Frecuentemente la gente se encontraba en los pequeños santuarios del interior. Elías y otros estaban decididos a no traicionar a Yavé y al modelo de la sociedad igualitaria. En esta situación nació su vocación de profeta y sintió Elías el llamado de Dios para enfrentar la ganancia del estado y los falsos dioses que sustentaban aquella situación injusta.
Yavé dirigió su palabra a Elías (1Re 17,2-8; 18,1; 19, 9-15; 21,17-20). Le fue imposible quedar callado. El amor a Dios y a los pobres le empujaba (1Re 19,10.14). Y partió para actuar.
Cierto día se fue al palacio del rey. Se presentó como servidor de Yavé y anunció un castigo: “Va a suceder una gran sequía” (1Re 17,1). Vio una gran sequía que iba a durar 3 años (1Re 18,1).
Baal, el dios que Acab había aceptado en lugar de Yavé, era el dios de la fertilidad, de la lluvia. La sequía fue un desafío grande; fue la prueba que Baal, el dios de la lluvia era un dios sin vida.
Inspirado por el Señor, se fue donde una pequeña fuente de agua para no morir de sed. Pasó ahí varios días. El Señor no le hizo faltar pan ni carne, porque Yavé protege a los pobres (1Re 17,2-7).
Cuando secó el agua, fue a la región de Sidón, a un pueblo pequeño, llamado Sarepta. También aquí la sequía era grande, a pesar que Baal era el dios principal de aquella región. El hambre reinaba en todo el país. Se hospedó en la casa de una viuda, madre de un menor. Era una mujer con un corazón generoso. Compartió con él el poco pan que le quedaba. El hijo se enfermó y murió. La viuda sufrió mucho. Elías pedía a Dios para que no abandonara a los pobres, Y Yavé devolvió la vida al niño y la alegría de la madre era grande (1 Re 17,8-34). Yavé es el protector y defensor de los pobres de los desprotegidos; Baal es lo opuesto, es un opresor, es un dios que legitima la opresión y la dominación. Es un dios insensible e indiferente al sufrimiento de los pobres. Mientras que el pueblo pasaba hambre a causa de la sequía, el rey Acab solo se preocupaba de sus caballos y burros (1Re 18,5). Es decir, que se preocupaba solo del poder, del ejército, de sus negocios y lujos. Yavé vino al encuentro del sufrimiento del pueblo y fue terminando la sequía. Elías fue donde el rey para avisar la terminación inminente de la sequía, no por obra de los baales, sino por obra de Yavé (1Re 18,1).
4.1. Contra los falsos dioses
El encuentro con el rey Acab fue tenso y rápido. Acab le recibió muy mal, acusándole de ser mensajero de desgracias de ser enemigo del reino. Elías le respondió: “El hombre de desgracia no soy yo, sino tú y tu familia, porque abandonaste a Yavé, el Dios verdadero, y fuiste detrás de dioses falsos” (1Re 18,17-18).
Elías aprovechó para desafiar al rey sobre quién es el Dios verdadero: Yavé o los baales. Acab aceptó el desafío y se comprometió hacerlo solemnemente en presencia de mucha gente en el monte Carmelo. En el fondo no se trataba solamente de una lucha religiosa, sino de la confrontación de 2 sistemas de vida: el sistema del rey, apoyado por el dios Baal, y el sistema igualitario de los campesinos fieles a Yavé.
Apareció mucha gente. Aparecieron todos los 450 falsos profetas de Baal. Y estuvieron solamente 2 profetas de Yavé. Elías pidió al Señor para que desenmascara la idolatría y el engaño de los ídolos y así el pueblo pudiera nuevamente convertirse a la fidelidad. El Señor oyó las oraciones de Elías; la religión de los baales quedó desmoralizada y murieron todos los falsos profetas (1Re 18,20-40). La confrontación valió para decir que Baal no tiene vida y que sus seguidores fanáticos están destinados al fracaso y a la muerte.
Cuando la reina Jezabel supo de los sucedido se puso furiosa y mandó matar a Elías. El huyó, lleno de desánimo y desesperación. Hasta pidió que Dios le quitase la vida, porque ya no aguantaba más. Pero el Señor, que es un Dios de la vida y defensor de los pobres le fue animando y alimentando. Elías fue entonces al monte Sinaí para pasar un tiempo de profunda intimidad con Yavé. El Sinaí era el lugar sagrado de la historia del pueblo donde los antepasados hicieron una alianza con Yavé y donde comenzaron a organizarse de una manera igualitaria.
Durante 40 días y noches anduvo solo, hasta llegar al monte, donde se escondió en una cueva. Yavé se reveló no en el terremoto, ni en el trueno, sino en una brisa suave. Elías tuvo una experiencia muy profunda de Dios (1Re 19,13-14).
Yavé le animó para la lucha. Al regreso encontró al campesino Eliseo. Le pidió acompañarle para juntos luchar por la fidelidad del pueblo a Yavé. Eliseo aceptó, dejó el campo y fue el compañero de lucha desde aquel momento (1Re 19,19-21).
4.2. Contra el latifundio
Hubo un hecho que le impactó mucho. Nabot tenía una pequeña posesión cerca del palacio de verano del rey Acab, en un valle muy bonito y fértil. Nabot era una agricultor fiel a Yavé y a las tradiciones antiguas. Una de estas tradiciones era que la tierra es de Dios y que no se podía venderla; era como traicionar a Yavé.
El rey Acab quería la huerta de Nabot y hasta ofreció comprarla. Pero Nabot se negó. Acab se puso muy triste y se quejó a su esposa Jezabel. Para agradarle a su marido y para librarse de los fieles de Yavé, Jezabel planificó la muerte de Nabot con el apoyo de los ricos y de los jefes de la ciudad. Nabot fue apedreado a muerte (1Re 21,1-16).
Hechos parecidos estaban sucediendo, aumentando de esta manera el latifundio y el empobrecimiento de los campesinos. Elías fue directamente al palacio de Acab y le dijo: “Eres un asesino y un ladrón! Escucha lo que dice el Señor: Vas a morir asesinado y los perros van a beber tu sangre!” (1Re 21,17-19). También dijo: “Tu abandonaste a Yavé, el Dios verdadero. Por esta razón están sucediendo todas estas desgracias e injusticias. Yavé hará justicia. Los opresores y explotadores van a morir todos. También Jezabel, tu esposa, va a morir y su cuerpo será comido por los perros!” (1Re 21,20-24).
El rey Acab murió durante una violenta batalla contra el rey vecino. Los perros bebieron su sangre (1Re 22,34-38). Más tarde murió también Jezabel y su cuerpo fue comido por los perros (2Re 9,30-37).
5. La vida de Elías en medio de los conflictos
Su gran pasión era servir a Yavé y mantener vivos y actuales en medio del pueblo los buenos tiempos de la sociedad igualitaria (1Re 19,14). En una época que la idolatría y el latifundio acababan con el pueblo, lo anterior significó tomar posición y entrar en conflicto con todo que era contrario a la voluntad de Yavé.
Elías tomó posición contra el rey Acab que había cambiado a Yavé por Baal y había transgredido la Alianza (1Re 18,19). También se opuso a la reina Jezabel, una mujer fanática y sanguinaria (1Re 21,23). Desenmascaró y luchó contra los falsos profetas que mantenían el gobierno injusto de Acab y Jezabel (1Re 18,40).
Con mucha decisión se puso al lado de los débiles y desprotegidos. Asumió la defensa de Nabot, el campesino asesinado cobardemente por luchar contra el latifundio (1Re 21,3.17-19). Defendió a Abdías, empleado del rey, que arriesgando su vida, escondió y defendió a los profetas fieles a Yavé (1Re 18,7-15).
Convocó una asamblea popular para desenmascarar públicamente la ideología opresora de los baales y para alertar al pueblo, confundido y engañado por la propaganda oficial de los falsos profetas (1Re 18,20-21.39).
Por ser portavoz de Yavé en una situación marcada por la mentira y por la ganancia, fue perseguido y amenazado varias veces de muerte (1Re 19,1-2). La guardia del rey le persiguió en todos los rincones del país (1Re 18,10). Tuvo en cierta ocasión comparecer delante del rey (2Re 1,9-11). También le tocó huir y esconderse varias veces (1Re 17,3; 19,3).
Su relación con las personas del poder fue siempre muy tensa y a veces, dramática. Las opciones y los intereses eran muy diferentes. Pero sí tuvo buena acogida en medio de los pobres: la viuda de Sarepta, Abdías y otros.
6. La oración: fuerza que hacía caminar
La oración era la fuerza que sustentaba a Elías en su lucha. El rezaba mucho (1Re 17,21-22; 18,36-38; 19,9-14; 2Re 1,10-12), para entrar en intimidad con Yavé, el Dios de la vida, el Dios de los pobres. Esto significaba mirar la vida y las situaciones de vida como Yavé. Se fue para el desierto para alimentar su vida con la fuerza de Dios (1Re 17,2-7). Fue al monte Sinaí, el monte de Dios, lugar sagrado e importante en la historia de Israel. Quería encontrarse con Dios quien había sacado a los esclavos de Egipto y hecho una alianza decisiva para el caminar del pueblo (1Re 19,3-8). Sintió necesidad de pasar en soledad mucho tiempo en el desierto (1Re 17,3; 19,8-10) y en las montañas (2Re 1,9) para reencontrarse con Yavé. Por esta razón y por su opción por los pobres, por los campesinos explotados, siempre llevó una vida pobre. Vestía ropas gruesas (2Re 1,8). se alimentaba de lo que la naturaleza ofrecía (1Re 17,4-6) o de lo que los pobres compartían (1Re 17,11-16). Vivía en medio de los pobres (1Re 17,9-12). Nunca quiso comer de la mesa de la reina Jezabel, como hacían los falsos profetas (1Re 18,19). Nunca quería ser profeta del palacio del rey.
7. El Dios de Elías
Elías creía siempre en Yavé, el único Dios Libertador, el Dios protector y defensor de los pobres, de los campesinos explotados.
Es el Dios que sacó a los antepasados de la esclavitud de Egipto y hizo con ellos una Alianza (1Re 19,10-14).
Es el Dios que se encuentra en el silencio, en la brisa suave, en las montañas y en el desierto (1Re 19,9-14).
Es el Dios de la intimidad que habla al corazón (1Re 19,13-14). Es el Dios que alimenta y da ánimo (1Re 19,7).
Es el Dios que no huye la lucha, sino que exige un compromiso político serio y lleno de coraje (1Re 19,15-16).
Elías trataba vivir siempre en la presencia de Dios (1Re 17,1; 18,15). Elías se ponía siempre a disposición de Dios para cualquier momento y cualquier servicio (1Re 18,12; 2Re 2,16). Dios conducía la vida del profeta que procuraba ser un hombre de Dios que habla palabras de Dios (1Re 17,24). Esto significaba para Elías entrar de lleno en la lucha por la defensa de los pobres y del pueblo abandonado. Participó activamente en la vida de la política nacional. La fidelidad a Yavé iba siempre unida al compromiso político en defensa de los pobres. La lucha en favor del pueblo le llevó a encontrar a Dios en el Sinaí, y este reencuentro con Dios le dio más ánimo para lucha (1Re 19,1-14). Siempre procuraba vivir apasionado por Yavé y por su voluntad (1Re 19,14).
Entrevista con Elías
1. ¿Elías, quién eres? (1Re 17,1)
2. Elías, ¿cómo era la situación en tu tiempo? ¿Cuáles eran los problemas mayores? (1Re 18,17-20; 21,1-16)
3. ¿Cuál fue su actuación frente a los falsos dioses? (1Re 18,17-40) ¿Y frente a los problemas de la tierra? (1Re 21, 17-24)
4. ¿Sufrió persecuciones? ¿Por parte de quién? ¿Y por qué motivo? (1Re 18,10; 19,1-2)
5. ¿Quién es el Dios en que creíste tanto? ¿Cuál es su rostro? (1Re 17,20-22; 18,38)
6. ¿Cuál es el mensaje que nos quiere dejar? (1Re 19,3-17)
• Elías y nosotros
1. ¿Qué nos llamó más la atención en el profeta Elías? ¿Por qué?
2. Elías era del interior. El pueblo de la ciudad era más relacionado con el poder y la ideología dominante, ¿También hoy es más difícil seguir al Dios verdadero en las ciudades? ¿Por qué ?
3. Elías sufrió muchas persecuciones. ¿Sufrimos alguna persecución por causa de la defensa de los pobres y de la fidelidad al Dios verdadero? ¿Cómo? ¿Elías nos ofrece alguna luz en este sentido?
4. En los momentos de persecución Elías buscaba fuerza en la oración. ¿Tenemos la costumbre hacer lo mismo? ¿Cuál es nuestra experiencia al respecto?
5. ¿Qué podemos aprender de Elías?
6. ¿Conocemos hoy alguien parecido a Elías? Concretizemos.