miércoles, 26 de enero de 2011

EL PROFETA SEGÚN LA SAGRADA ESCRITURA


    

 El Profeta es alguien “alcanzado”

La historia de cada profeta es, en primer lugar, una historia de persecución, alcance y rendición. Por eso a todos ellos les cuadra el calificativo de “alcanzados”.

"Yo no soy profeta ni hijo de profeta,
sino pastor y cultivador de sicómoros,
pero el Señor me arrebató de detrás del rebaño y me dijo:
Ve a profetizar a mi pueblo Israel" (Am 7,14‑15).


"Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir,
me forzaste, me violaste..." (Jer 20,7).

La Palabra de Dios se les impone, se apodera de ellos y se instala en sus entrañas:

 “¿No quema mi palabra como el fuego,
oráculo del Señor,
y como un martillo golpea la peña?” (Jer 23,29).

"Yo decía: No volveré a recordarlo
ni hablaré más en su nombre.
Pero había en mi corazón algo así como fuego ardiente
prendido en mis huesos,
y, aunque yo trabajaba por ahogarlo,
no podía" (Jer 20,9; cf. Ez 3,1.9).

Antes que ninguna otra cosa, el profeta es un hombre que da testimonio del absoluto de Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario